Cubierto de maldad, escupiendo su aliento nauseabundo el Enemigo ataca.
Cobarde arremete por la espalda empuñando su arma envenenada pero mi puño lo detiene y huye a esconderse entre las sombras. Pero los suyos no perdonan el error y tras devorar su carne arrojan los restos ante mí como desafió: volverán y en mayor número.
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